miércoles, 7 de mayo de 2014

La eternidad no tiene quien le escriba

Venezuela ha vivido, y aun vive en cierto modo, un proceso de conflictividad interna que por momentos hizo temer una profunda guerra civil. Algo que en nuestra América no es tan pensado por estos días. ¿Las causas? Muchas. Pero hay una profunda, que aunque no necesariamente debe concluir en guerra civil, necesariamente conduce a una sociedad poco plural; y la pluralidad es un rasgo esencial para una verdadera democracia. Nos remontemos un año atrás. Nicolás Maduro se convierte en el Presidente de Venezuela. El ya fallecido Hugo Chávez no pudo continuar en persona su obra o plan, y dejó de existir físicamente a causa de una enfermedad que lo aquejó duramente. El sistema de salud cubano, con médicos maravillosos, pero escasos de avances tecnológicos desnudó sus propias limitaciones; y pusieron al descubierto que ningún ser humano es ajeno a la mortalidad. Parece una obviedad lo dicho, pero teniendo en cuenta la realidad latinoamericana resulta válido aclararlo. Sin juzgar si los períodos de gobierno de Chávez fueron malos o buenos es vital para la salud de las democracias, y de las sociedades mismas, convencernos de que ningún gobernante debe imponerse por sobre las instituciones. Si el gobernante es "malo", y se perpetúa en el poder se encaminará hacia un probable rol autoritario. Y si el gobernante es "bueno", pero se eterniza sin sostenerse en las instituciones, su legado se escurrirá de las manos de la sociedad cuando él ya no esté. Si el ejemplo usado corresponde a buen o mal gobierno lo dejo de acuerdo al gusto del lector. No obstante en ambos casos la consecuencia puede ser que un Maduro llegue al poder; y en esta opinión en particular puede que no sea precisamente en el sentido que el diccionario otorga al apellido del mandatario venezolano. ¿Y cómo nos afecta localmente? Porque el poder no es eterno, la realidad no sólo es mágica en los libros del maestro Gabriel Garcia Marquez, sino también en nuestra Córdoba. Por ello, nuestros líderes; debieran evitar el camino del peronismo, el chavismo, el castrismo o el mismo kirchnerismo; que juegan en el tablero de la democracia, pero usan fichas de personalismos que en nada ayudan al fortalecimiento de las instituciones de la democracia. Instituciones que en definitiva permiten sostener en el tiempo las políticas de desarrollo social genuino.

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