martes, 30 de marzo de 2010

América Latina ¿Discursos de guerra o unidad?

Si leemos algunas ediciones de medios digitales en América latina encontramos hechos que asustan y plantean una posible confrontación bélica entre Colombia y Venezuela. Es común leer sobre incidentes en la frontera que los une, en los pueblos que viven ajenos a los discursos belicistas pero sufren la intolerancia de las fuerzas armadas, sean regulares o no.
Por otro lado, y dependiendo del color ideológico del material de lectura, nos convenceremos de que la culpa la tiene Uribe para unos, y Chávez para otros.
Lo cierto, es que milenarios conflictos existen en todas partes de la tierra, empujados de forma enceguecida a la guerra por intereses que no siempre son los de las partes intervinientes. La pregunta es ¿América Latina es igual?
Nuestra América se ha visto envuelta en demasiados conflictos que rozan la miseria absurda sin sufrir guerras. Me refiero a los últimos tiempos, porque aún hay heridas que sangran por guerras como la llamada del Pacífico entre Chile y Bolivia, dejando a ésta última sin salida al mar, sólo por citar un ejemplo. La cuestión es que la tendencia de una unidad integral de los pueblos va más allá de sueños macedonios de dos hombres funcionales entre sí. Me refiero a Uribe y Chávez, que pregonan enarbolar banderas de justicia y verdades absolutas cuando arrastran mentiras colosales. Uribe proclama su lucha al terrorismo y el narcotráfico en pos de la seguridad de su pueblo. Chávez declama su ardor en el alma por una unidad latinoamericana, y por romper el yugo del imperialismo. ¿Quién puede discutir desde lo conceptual dichos discursos?
Lo real es que ambos sostienen ser dueños de la verdad, y coquetean peligrosamente con los dioses de la guerra. El colombiano Uribe acusa a Chávez de colaborar con las FARC, pero viola estados soberanos como Ecuador, incursionando militarmente en territorio ajeno. Por su parte el venezolano Chávez dice buscar la unidad regional, pero no renuncia a su ilimitado poder, silencia a voces disidentes y pugna por una configuración regional que posea fronteras únicas pero que lo tenga a él como líder supremo y mesiánico. En definitiva, el objetivo último de ambos es personal y es el mismo, adueñarse del poder absoluto.

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