domingo, 30 de noviembre de 2014

Planetarias: Nuevas potencias, viejos conflictos.

Los actores de la política planetaria actual nos muestran un planeta sin líder. Algo que siempre dijimos no necesitar, pero ahora parecemos extrañar. La realidad económica, política y militar nos indica que Estados Unidos continúa siendo influyente, pero que hay nuevas potencias, particularmente China, que con su expansionismo mercantil promete un rol protagónico y de influencia global. Siendo ya, según datos recientes del FMI, la economía número uno del planeta desplazando así a Estados Unidos. Inédito. También está Rusia, con su líder y sus sueños de grandeza pero envueltos en peligrosos juegos fronterizos que desafían su poderío. Tenemos a Europa, con Alemania a la cabeza, papel inexorable de su historia, aunque según el FMI este año su crecimiento se verá desacelerado. Está Turquía, que ya no es imperio como lo supo ser el Otomano, pero aun tiene su fe y es una nación de vital importancia en el equilibrio entre oriente y occidente; rol que ejerce desde las guerras mundiales debido no sólo a su ubicación o poderío, sino por su influencia como país musulmán pero miembro de la OTAN. Y tenemos potencias emergentes como Brasil, con un PIB de u$s 2,246 billones según datos del Banco Mundial a 2013, o India aunque con un PIB menor de u$s 1,877 billones -también según datos publicados por el Banco Mundial- que asumen papeles más relevantes, y piden que su voz sea escuchada en los organismos de decisión internacional. Pero los últimos encuentros multilaterales, como el G20 o la cumbre Asia-Pacífico, nos ponen en las puertas de un modelo donde tanto China, como Estados Unidos y Rusia, medirán fuerzas económicas y militares mientras sus diplomáticos se estrechen las manos y preocupen porque dos no operen en contra de uno. China, el nuevo gran jugador, firma tratados por separado con ambos países y sabe que tanto Obama como Putin la necesitan. Una China que hoy goza el título de ser la nación más poblada del planeta, aunque según datos de la organización privada PRB (Population Reference Bureau) para el año 2050 será superada en habitantes por India. Pero cuál es el contexto mundial que permite este escenario, o que nos trajo a esta situación. Porque si la cuestión es mirar la ONU y su Consejo de Seguridad, con poder de veto entre sus miembros permanentes, casi como una cláusula que asegure imposición de algunos, tenemos el mensaje de que los consensos no necesariamente deben existir. Si observamos los profundos cambios, y el colosal empuje de América Latina, vital y necesario pero manchando en algunos casos por una corrupción que sólo fomenta desigualdades. Si nos detenemos en aquellas revueltas árabes que cambiaron gobiernos pero no políticas. Si pensamos en Egipto que viró dos veces de rumbo, no sin conflictividad. Sino obviamos conflictos como el reciente caos generado por el EI, o Estado Islámico, financiado por muchos en pos de tan disímiles como variados intereses de poder en la castigada región de oriente medio, donde la mayoría de los países se independizaron luego de las guerras mundiales. Si pensamos en Argentina reclamando la soberanía de Malvinas, en Rusia peleando con sus vecinos, en muchos casos ex estados satélites. En Europa y sus dilemas morales por ser y no dejar de ser. En los Balcanes y su permanentes escisiones o mutaciones. En las Coreas divididas. En China y Japón, con algunos acuerdos pero aun varios conflictos de soberanía territorial pendientes. En África entre el sueño de Mandela y las pujas de los vestigios imperialistas de occidente y la nueva injerencia china. En Israel, Palestina y su negada coexistencia pacífica. Y si nos detenemos en la crisis financiera de 2008, las consecuencias aun hoy vigentes y las manifestaciones evidentes de necesidades insatisfechas de una parte de la población mundial. Acompañados por cuestionamientos al sistema económico que se impone, a los límites fronterizos que no respetaron identidades nacionales, a políticas que alimentaron fanatismos y permitieron el avance de fundamentalismos. Por ello es que nos preguntamos si no es el momento de cerrar el capítulo abierto tras la segunda guerra mundial. Luego de la rendición alemana, marcada como el fin de la guerra, sobrevinieron la guerra fría y el mundo bipolar, la creación de organismos de regulación internacional como la ONU, OTAN, el Banco Mundial, el intocable FMI y la Organización Mundial de Comercio (OMC). Llegaron además los procesos de descolonización y de identidad nacional, el surgimiento de nuevas potencias y el comienzo de conflictos dispersos y focalizados pero con alcance planetario. Es hora, tal vez, que las naciones miren su ombligo y dejen de lado el tablero de juegos de poder y equilibrio geoestratégico que propició el armado de los ejes de poder actual. Como describimos, los conflictos a resolver hoy son los mismos que dejó abiertos la segunda guerra. Juan Pablo Martinez Ghirardi

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