domingo, 19 de abril de 2015

¿Obama, un presidente débil o imperial? Artículo publicado en La Voz del Interior

Ni débil ni imperial. Desde la Segunda Guerra Mundial, o desde la irrupción a escena de los bolcheviques, en acuerdo con Noam Chomsky, la política exterior estadounidense buscó gobiernos aliados que favorecieran las inversiones privadas, tanto de capitales nacionales como extranjeros, la producción para la exportación y –aspecto fundamental- el derecho a expatriar fondos. Como dice Chomsky en su libro “Cómo funciona el mundo”, si uno quiere un sistema global –en mi caso prefiero el término “planetario”- y subordinado a las necesidades de las inversiones estadounidenses, lo descripto en el párrafo anterior es el modelo a seguir. Los líderes norteamericanos han seguido a la perfección dichos lineamientos en las últimas décadas, principalmente en la década del setenta donde el apoyo involucró algo más que lobby político. Pero la pregunta que surge es si la administración de Obama sigue dicho camino. La respuesta es que el andamiaje general de la política de su país si lo hace. Claramente. Sin embargo se plantean escenarios que generan interrogantes sobre si Obama gestiona en dicho rumbo. Especialmente en el tramo final de su segundo mandato donde se encuentra asentando las bases del cambio que pareciera impulsar, alejándose de la clásica política de intereses exteriores de Estados Unidos. Obama, pareciera más ocupado por la política doméstica que por la influencia directa en el resto del planeta. No puede, por supuesto, ignorar los “intereses” norteamericanos en el exterior, pero claramente ha pujado por reformas en la política interior, asestando golpes en algunos casos en el corazón corporativo de algunos intereses. Caso de las reformas fiscales iniciadas, la reforma al sistema de salud, las posturas ambientales y la reforma migratoria. Proponiendo incluso, muy recientemente una posible gratuidad en una etapa inicial del sistema educativo. Quien ha seguido sus discursos anuales del Estado de la Unión, donde los presidentes suelen sugerir la dirección de su política, puede advertir este camino lento desde el primer período de gobierno. Su política, ha dejado de lado a su vez el intervencionismo clásico de Estados Unidos, que perseguía -en muchos casos- intereses privados y no del ciudadano común, arrastrando a naciones a guerras interminables y patéticas por lo absurdo. En defensa del viejo modelo, ha debido enfrentar el surgimiento en algunos sectores de un republicanismo casi fanático como lo es el Tea Party. Y aquí encontramos la clave de la casi cómica argumentación anti-Obama, donde se lo muestra como un gobernante débil. Agigantando incluso una imagen de hombría viril del mandatario ruso Vladimir Putin, llegando una revista de prestigio internacional a declararlo el hombre más poderoso. De este modo, tal vez, se podría buscar estimular los más recónditos temores a todo aquello que pudiera ir contra el estilo de vida estadounidense. Pero los datos de Obama indicarían lo contrario. Además de las reformas en curso y propuestas; que aunque no prosperen en lo inmediato dejan la semilla que eventualmente germinará en el futuro, las estadísticas de gestión son positivas. En datos difundidos por la cadena CNN el desempleo ha bajado casi cuatro dígitos durante su gobierno y el crecimiento del país trepó del %0,4 al %3,9 durante su gobierno. Por otro lado, en materia energética, su país escaló a una posición de avanzada en la producción de petróleo. En el plano internacional, y si bien es innegable un intervencionismo presente, éste ha sido más limitado, ya que en general gestionó para la finalización de guerras y no el inicio de ellas, buscó consensos en los conflictos y qué mejor ejemplo que el acercamiento a Cuba en el último tiempo. Es evidente que no siempre lo ha hecho con éxito, y como ejemplo podemos citar las limitaciones sufridas en su reforma al sistema de salud, o la inocua acción por cerrar Guantánamo. Pero es curioso, que durante su mandato salieran a la luz informes varios relacionados a horrores de la política exterior estadounidense reales, pero que fueron fomentados prácticamente con autoría exclusiva por la belicosa administración Bush. Para sus detractores, un presidente débil que “desatiende” los lineamientos clásicos de la política exterior norteamericana. Enfrente, un Obama que pareciera querer quitar a la investidura presidencial estadounidense, el rol imperial que tanto tiempo se atribuyó. JPMG

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