domingo, 6 de noviembre de 2016

Trump y el reflejo del mundo

Parecía un mal chiste. Pero una mañana el mundo amaneció y Donald Trump era candidato a presidente de los Estados Unidos. El país de mayor influencia planetaria, la nación que más instituciones de orden internacional ha forjado tiene hoy un candidato que reniega de ellas. Ha criticado el Acuerdo de París auspiciado por Naciones Unidas en pos de la lucha contra el cambio climático, ha acusado de obsoleta a la OTAN, amenaza con abandonar la Organización Mundial de Comercio, es criticado por el FMI y hace temblar los mercados del mundo. El mundo estaba cambiando. El descontrol frenético reflejado en las idas y vueltas de las ideas nacionales desconcierta, pero a la vez muestra la búsqueda desesperada de los pueblos por cubrir las insatisfechas necesidades. Reduciéndonos, como algunos dicen, al hombre de las cavernas que sólo buscaba seguridad y bienestar. Haciendo del voto democrático, un instrumento que apunta a quien promete lo que el instinto clama. Naciones que pasan de arcos políticos totalmente opuestos en cuestión de pocos años. Casi se recuerda con nostalgia prematura las asambleas de Naciones Unidas donde el venezolano Chávez y el vaquero Bush se sacaban chispas. Por momentos parecía que el camino no tenía marcha atrás. Estados Unidos asumía con gusto el papel de policía e interventor global. Venezuela y sus petrodólares reverdecían la antigua Cuba, y contagiaban con ideas a distintos sectores de Latinoamérica. Brasil, de la mano de Lula, era el gigante que despertaba como líder, y miraba hacia el otro lado del océano para formar sociedad con otras economías emergentes propias de un mundo multipolar. Un mundo donde todos los días leíamos avances y retrocesos en el sueño de una solución pacífica al conflicto entre israelíes y palestinos. Un mundo donde una primavera árabe nos llegó primero a los oídos en formato de pedido de democracia. Un mundo donde Europa parecía cada día más firme y cada vez más amplia. Hoy, el mundo es diferente. Europa solloza por la división de bienes en su divorcio con Gran Bretaña. Palestinos e israelíes continúan alejando cada vez más la paz. El mundo musulmán se desangra en acusaciones y tiene enquistado a un autodenominado Califato que conocemos como Estado Islámico. Rusia tantea su influencia global, sin saber bien hasta dónde puede llegar, pero soñando con más poder y sumando su añorada salida al Mar Negro, jugando a la geoestrategia política favorita de la guerra fría, pero que data del siglo XVIII. ¿Y América? Volvemos al frenetismo de las ideas. Chávez no está. Maduro promete la continuidad, cual hijo pródigo. Pero pareciera empecinarse en aumentar exponencialmente sus defectos, sumiendo a su país en un caos institucional al borde del colapso. En Estados Unidos pasamos del guerrero del águila Bush a un Obama que pareció cambiar el tono intervencionista de su nación; y comulgar con un diálogo más abierto. Brasil perdió a Lula en Dilma. Como resultado asumió Temer, quien su izquierda es diestra. Cuba tiene aún a los Castro, pero que recibe la visita del presidente de Estados Unidos. Y finalmente, una Argentina que frenó abruptamente a un kirchnerismo que parecía eterno. Ver el mundo es como tratar de observar el cauce del río desde el puente de Heráclito. Aunque el río viene revuelto. Como dijo mi abuelo alguna vez, pareciera que los conceptos empañan el cristal de nuestra ventana y la multitud de interrogantes mueve a una mayor confusión. Hoy, Estados Unidos se debate entre el candidato que escarba en los más recónditos miedos del norteamericano de a pie, y la elegida de los demócratas para suceder a Obama, Hillary Clinton. Quien no es reconocida en la química de aquellos que se emocionaron con el “Si se puede” del primer presidente negro de aquél país. Trump, el millonario capitalista que decidió intervenir en forma directa en la política, apoyado en un discurso aislacionista, pseudoextremista y sobre todo populista, pone en jaque las ideas y desafía la imaginación de los analistas internacionales que intentan predecir el rumbo de su posible política. El planeta siempre está en juego. La próxima ficha se mueve el 8 de noviembre en las elecciones estadounidenses, y allí veremos cuán revuelto viene el río. JPMG.

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