jueves, 29 de abril de 2010

Las elecciones en Colombia y los cambios en América

En breve habrá elecciones en Colombia. Una nación que milagrosamente no se encuentra escindida. Un país que lleva sobre sus hombros el pesar de una guerrilla que nació con una ideología, pero que parece haberse perdido en el camino del narcotráfico. Un gobierno acusado -por no pocos- de tener vinculaciones con los grupos de paramilitares que se convertían en señores de todo lo que los rodeaba. Un gobierno con una política basada en la combatividad a las FARC.
Hoy, Colombia se encuentran a un paso de cambiar de gobierno. Las opciones con más chances van de un candidato de la línea directa del actual presidente Uribe, a un profesor matemático, ex alcalde de Bogotá, ex rector de la Universidad Nacional de Colombia y ex candidato a la presidencia. Un candidato que el denominado partido verde ha logrado mostrar como potable para los detractores del niño terrible de la política colombiana. No obstante, Altanas Mockus, con sangre lituana en sus venas, no parece estar tan lejos de la denominada centro derecha en la política. Se lo vincula con importantes mejoras en su paso por el gobierno de Bogotá, con un estilo sumamente pedagógico y una fuerte personalidad que lo ha llevado a cometer actos cargados de excentricidad, como su bajada de pantalones cuando el alumnado le interrumpía en su alocución, estando en la Universidad.
Mockus, el candidato académico. El candidato que Uribe supo alabar, hoy se encuentra a un paso de alcanzar la presidencia. Un candidato que no sufre la agresión verbal del venezolano Chávez porque éste considera que el rival a vencer es el ex Ministro de Defensa, Santos, candidato del actual presidente colombiana y líder del ataque a la base de las FARC en territorio ecuatoriano, hecho que supo generar un conflicto regional que sólo pudo ser contenido en el seno de las reuniones del Grupo Río, donde se convocó a los países del continente para frenar la escalada.
Lo cierto es que Mockus, y más allá de su visión local, no parece plantearse como objetivo cambiar la política impuesta por el actual gobierno hacia las FARC. Recientemente ha dicho que no estaría de acuerdo en extraditar a Santos (actuaba como Ministro al momento del operativo militar) ante un eventual procesamiento ecuatoriano por el incidente en el campamento guerrillero, y ha confirmado que en su parecer esto debe ser juzgado en Colombia. Por otro lado, ha afirmado que su eventual gobierno no destruirá lo que ha construido Uribe, entendiendo esto en referencia a la política de seguridad.
Mientras, Venezuela y Colombia permanecen expectantes por los cruces de sus actuales líderes. El venezolano quiere permanecer eternamente en el poder, en una enorme muestra de debilidad personal; y los colombianos no parecen desear cambiar demasiado el rumbo iniciado en el trato a dispensar a las FARC, y sobre todo, en el curso tomado respecto a su seguridad nacional.
Entonces, cabe esperar que las relaciones de ambos países no cambien, al menos, en lo mediato. Esto nos lleva a pensar que América no va a la guerra, pero tampoco forja politicas comunes. Políticas con un objetivo de crecimiento ordenado y que establezca lazos de hermanadad cultural o incluso económica.
Con lo cual cae madura la pregunta: ¿Que puede cambiar en nuestro continente en el temprano plazo? En los últimos tiempos han tenido lugar una serie de hechos que arrojan sensaciones encontradas. En primera instancia se huele el cambio, la pugna por las identidades y el hartazgo de la ciudadanía para con políticas que fomentaron un capitalismo descontrolado. Pero estos hechos. ¿Son suficientes para un verdadero cambio en el continente?
Hagamos un repaso a modo de interrogantes. ¿Implicó un cambio el trueque de piel republicana por piel democráta en la Casablanca? ¿Mujica, el ex guerrillero uruguayo traerá una nueva era al denominado país oriental de la América, o simplemente seguirá la línea de sus antecesores? ¿Raúl por Fidel, es más de los Castro o el bolivariano Chávez llegó tarde para sostener y expandir la idea? Para esto último reflexionemos. ¿Las ideas bolivarianas del chavismo, realmente tienen eco en América del Sur, esto es, el continente ansía una unión latinoamericana, casi en una configuración regional sin límites fronterizos ni pluralidad de opiniones, como pareciera soñar el presidente venezolano desde el palacio de Miraflores?
Y en este sentido. ¿Evo Morales, líder indiscutido de la resurgida Bolivia, desea, aspira, una nación plural y hasta multi étnica, o sólo pugna por una comunidad, una nación indígena? ¿El presidente ecuatoriano, Correa, realmente apoya ideológicamente a Chávez, o continúa su restablecimiento silencioso de las relaciones con Colombia? ¿Lugo, el religioso que llegó al poder en Paraguay, con un mensaje de renovación para un país castigado a nivel institucional, tendrá la entereza moral y ética para cambiar tanto? ¿La Chile de la concertación, de la tolerancia política, podrá asumir su desafío de reconstrucción solidaria y de asistencia -tras el terrible terremoto- con un presidente que nace de una ideología del capital y las empresas privadas? ¿Los organismos internacionales del continente, nos aseguran y protegen para que no se repita lo ocurrido en Honduras? ¿Asumirá finalmente Brasil su rol de liderazgo y representatividad global del continente? ¿Argentina, es un país inmaduro, que aun no encuentra su identidad, o sólo lo son sus gobernantes de turno que sistemáticamente se empeñaron en mostrar cómo se pueden hacer mal las cosas?
Sólo son ejemplos que buscan encontrar un ideal de respuesta basado en la diversidad de latinoamérica. Respuestas que llegarían con instituciones democráticas fuertes y con programas con políticas de desarrollo con igualdad de oportunidad para todos los ciudadanos, y en pos de un objetivo de bien común para toda la región.
Aunque. Por ahora, diluimos nuestros sueños y sus respuestas en los juegos de poder y ambición personal de nuestros dirigentes.

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