martes, 16 de enero de 2024

Economía y globalización

¿Podemos hablar de una etapa superadora de la globalización? Lo presumible, es que aquellos nacionalismos extremos, populistas y aislacionistas intentarán sentenciar de muerte al mundo global. Sin embargo, estos modelos cerrados y extremos: ¿podrán contener sociedades ya de por sí insatisfechas? ¿o por el contrario en este mundo, de hoy y siempre, los modelos contrarios a la globalización contarán con la astucia inagotable del ejercicio de sus políticos para buscar enemigos de turno. Como se dice por ahí, para reunir fuerza y cohesión interna hace falta un enemigo externo. Preguntas actuales que podemos plantearnos al ver a nuestro alrededor. Estos escenarios son propicios para vernos tentados, como sociedades, a caer en fundamentalismos o populismos asistencialistas de mitigación, más que de contención. Que nos dan sensación de protección, pero no de utilidad. El momento es disruptivo, y el panorama nos presenta dos frentes. Uno, nos obligará a adaptarnos y reforzar nuestra capacidad de respuesta como sociedad global ante situaciones como la pandemia del COVID, una guerra como la de Ucrania o conflictos armados civiles, que tantos hay dispersos a lo largo y a lo ancho del planeta. Con seguridad, el impacto no será igual para todos y golpeará más, donde más necesidades insatisfechas existan. El otro, como sociedad individual, nos pone a prueba y requiere de nuestros anticuerpos democráticos para evitar correr al amparo de las cavernas. Porque, en definitiva, necesitamos un mundo global y social donde haya igualdad, pero que para ello, no sea necesario renunciar a nuestras libertades. En relación al concepto de globalización, comúnmente se utiliza para describir una variedad de cambios económicos, culturales, sociales y políticos que han dado forma al mundo en la historia reciente. El aumento de la población, pero principalmente de los negocios, ha conducido a la planetización del orbe. Ya no hay hechos simultáneos que se dan como si existieran en épocas distintas, la simultaneidad es absoluta. Para que una sociedad alcance su fin de bien común debe comprender que es necesario el bienestar de todos sus integrantes, pero no todos necesitarán lo mismo. La ayuda, las inversiones necesarias, el empuje, el aporte, y el mismo bienestar pueden ser distintos en cada individuo. Una sociedad es equitativa cuando la unidad resulta en el bien común. Las oportunidades para todos empujan hacia el desarrollo económico y social. Hoy, presenciamos nacionalismos exacerbados en algunos casos, naciones que se disgregan, interiores separatistas, estallidos sociales. Insatisfacción humana motivada en gran parte por necesidades básicas no satisfechas, entre ellas la del sentimiento de pertenencia a una comunidad que aspire al bien común, que nos contenga a todos globalmente. El término globalización hoy posee múltiples estudios que sitúan su comienzo en distintos momentos de la historia se popularizó en los años 90. Y el concepto de globalización llegó como algo que desdibujaría las fronteras de la mano de las grandes corporaciones transnacionales, donde además implicó grandes movilizaciones de personas de un extremo del mundo al otro por medios formales y en busca de negocios. Pero como indica el autor Blaise Wilfert en su artículo “Los orígenes de la globalización” publicado en The Conversation, en todos los grandes países industrializados, el peso del Estado, medido por la proporción de la riqueza procedente de la producción nacional, por el número de funcionarios, por la extensión de sus ámbitos de intervención y el número de sus normas, reglamentos y leyes, ha seguido creciendo con la única excepción del caso de Estados Unidos, y con ciertas salvedades. Es decir, en esta mirada, la globalización acentuó los negocios entre estados y privados, incluso entre estados y particulares. Esto implicó a su vez una gran movilidad de las inversiones. En el inicio de este proceso sólo las empresas o grandes capitales económicos podían “moverse” de una frontera a otra cada vez con mayor facilidad. Hoy, las personas, en su carácter individual han adquirido ese concepto de “global” y pueden -ya sea físicamente o través de medios tecnológicos- ser actores de influencia económica más allá de sus fronteras nacionales llevando sus inversiones de todo tipo de tamaño a cualquier parte del planeta. Pero cuáles son los verdaderos riesgos que afrontamos como comunidades en esta etapa de globalización. Como Thomas Sowell dijo: “La política es el arte de disfrazar tus deseos egoístas como si fueran el interés nacional”. Hablamos u oímos de capitalismo, comunismo, socialismo, globalización, de imperialismo o de revolución. Al fin y al cabo, la convivencia o coexistencia pacífica, el respeto por lo diferente, la simple añoranza de un mundo con un lugar para todos parece diluirse ante la ambición de dominación y poder. Entonces: ¿estamos ingresando a una nueva etapa? ¿una nueva forma de globalización? Algunos pensadores sostienen que tal vez estemos camino al fin de la globalización. Pero aquí, la cooperación entre estados se volverá crítica a la hora de impedir los autoritarismos y el avance sobre las libertades individuales. Pensamos que hoy el mundo ha dado nuevas formas y avances de la mano de la tecnología. Un desarrollo tecnológico que impulsa las economías tanto de las naciones como de sus integrantes en forma individual. Por ello, la cooperación jurídica entre estados, entendiendo los ordenamientos jurídicos de cada estado como procesos independientes que cumplan la mencionada función de guardadora de los equilibrios, y el respeto de las libertades individuales, aparecen como el único camino posible para evitar las confrontaciones cotidianas que pongan en peligro el desarrollo pleno de los individuos y sus comunidades.

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