domingo, 12 de septiembre de 2010

Hillary Clinton, la esperanza republicana.

Los republicanos se encuentran agazapados y con la cabeza apenas asomada a la opinión pública, esto resulta obvio ya que Bush -si bien fue muy útil a los intereses de algunos pocos- dejó la presidencia con una imagen por demás negativa. Con lo cual, sólo los grupos más fundamentalistas -como el Tea Party- salen a la calle para no bajar la guardia de los más fanáticos republicanos, y de paso desgatar la imagen de los demócratas. Pero no de todos, ya que hay uno que resulta imprescindible.
Clinton, perdidosa en las internas presidenciales, asume un poder inusitado en el plano internacional. Y resulta ser la jugadora ideal. La actual secretaria de estado, recientemente brindó un discurso en el Council on Foreign Relations, una organización estadounidense de poder -necesariamente no partidista- dedicada a la política exterior. Allí Hillary Clinton dió su lección más grandilocuente de porqué es necesaria para aquellos que quieren que nada cambie, o que en todo caso se consume una arquitectura de dominio global de manera más acentuada.
En su discurso Hillary señaló que Estados Unidos puede y debe ser el líder de este siglo, y que además el país es el indicado para resolver los problemas a escala mundial, agregándole a este rol la frase “en defensa de nuestros intereses”. Suficientes argumentos para considerar la imagen de un Obama cercado y una Clinton protagonista y congraciada con el establishment. Aunque sería necesario saber a ciencia cierta si el nombramiento de Clinton como secretaria de estado fue una concesión que no pudo evitar, o si por el contrario se trata de una decisión esperable en el marco de la estructura dominante de poder.
Vale entonces repasar que el actual presidente ha sido criticado en su país por su vocación hacia la política exterior. Obama, con rotundos fracasos y éxitos por igual, ha plantado nuevas bases en su relación con Irán, Israel, Palestina y Rusia. Aunque, para tristeza de Europa y América latina, ha decidido prestar más atención al continente asiático, reconociendo el protagonismo económico de china. Intentando mostrar una actitud, que lo perfile más allá de las disputas europeas o islámicas, e incluso latinas. Pareciera querer dar un mensaje de superación de las diferencias, solucionándolas, o ignorándolas si es necesario. Su visión personal, pareciera apuntar a decir que advierte la existencia del nuevo superpoder que es China. Una China que tampoco estamos seguros de que quiera liderar al planeta.
Básicamente, la política exterior de Obama, ha consistido en mostrarse paternal con sus amigos y conciliador con sus viejos enemigos. Sus acciones han intentado limar asperezas con Rusia y acercarlo al mundo musulmán. En los hechos, no se ha involucrado demasiado en la problemática de medio y próximo Oriente, más que en la guerra de Afganistán; guerra considerada estratégica por su injerencia en el mercado del narcotráfico.
Pero hoy, la realidad cotidiana, nos muestra un Obama alejado del mundo exterior, enredado en la política doméstica y en los múltiples frentes que la derecha norteamericana le prepara. Por que además de los incontables e insufribles desastres económicos que dejó Bush, el presidente Obama debe enfrentar; a la impaciencia del norteamericano medio, a los derrames en el golfo de las petroleras, a la cuestionable idea de una mezquita en la denominada zona cero -donde se encontraban las torres gemelas-, a el irresponsable pastor que propone quemar el sagrado libro del islam, y ahora también, a la reaparecida ex candidata a vice Sarah Palin y su grupo de conservadores fanáticos en el denominado Tea Party.
Entonces el escenario resulta propicio para que otro se luzca. Y aquí aparece la secretaria de estado, Hillary Clinton, ex primera dama, ex candidata a la presidencia y actual voz de los Estados Unidos de América por el mundo. Una Hillary, que como ya hemos mencionado en este espacio, se encuentra sumamente obediente a las estructuras de poder enquistadas en las instituciones norteamericanas. Un establishment receloso y manipulador que parece encontrar en Hillary Clinton la mano que mece la cuna de los sueños imperialistas. Así, Obama desgasta sus fuerzas convenciendo a sus compatriotas de sus políticas. Mientras, se diluye su crédito planetario y la esperanza de cambio en el mundo que despertó su imagen en Egipto, hablando al mundo musulmán de paz y cooperación.