martes, 21 de agosto de 2012

¿Quién guía los destinos del cambio en el mundo árabe?

Se suele decir que los nacionalismos fomentaron rebeliones que están cambiando a los países árabes. Aunque hay indicios que permiten pensar en las diferencias sectarias religiosas, y las opresiones que de éstas se desprenden, como el cóctel que ha empujado a esta situación de ruptura de los esquemas de poder; por cierto dibujados por la diplomacia del dólar luego de la segunda guerra mundial. Para comprender los cambios celebrados en el denominado mundo árabe, debemos plantear el rol de las mayorías; ya sean étnicas o de las diferentes facciones del islam. Y así repasar los diferentes focos de conflicto en la búsqueda de elementos que nos permitan identificar un común denominador. Repasemos. Si comenzamos por los casos citados con regularidad por los medios internacionales; en Yemen, y casi con una simpleza narrativa podríamos decir que no pasó mucho en el plano estructural de poder. El mandatario saliente, Abdullah Alí Saleh, aceptó una transición a cambio de inmunidades que hacen presagiar -o temer- un mantenimiento de cotos de poder. En Bahrein, por su parte, se reprimió enérgicamente y no se alcanzaron modificaciones sustanciales en el status quo entre quienes detentan el poder. En los países donde percibimos una verdadera modificación política hallamos un jugador -si se quiere llamarlo así- que lentamente y con paciencia trabajada desde lo social, está tomando hoy las riendas. Nos referimos a los Hermanos Musulmanes. Esta organización fundada en 1928 por Hassan Al-Banna, y que hoy encontramos arraigada en el amplio mundo islámico, surgió con un horizonte claro: Alcanzar estados guiados por las leyes islámicas. Los Hermanos Musulmanes, hoy más moderados y menos violentos, se encuentran presentes en Siria, Jordania y Egipto como países referenciales, y también en Túnez y Marruecos. Como política, parecieran respetar las fronteras nacionales en pos de un panislamismo cimentado en naciones o estados islámicos moderados. Estados sí, pero con una identidad árabe supranacional forjada desde la rama sunnita del islam, que en la actualidad son abrumadoramente mayoría -90% aproximadamente- en esta división que existe entre los musulmanes; escisión que data desde la muerte misma del profeta Mahoma en el año 632 de nuestra era. El chiismo, la otra cara de la gran división mencionada, guarda espacios de poder en Irán donde es mayoría, en el movimiento Hizbolá –con operatividad en y desde el Líbano- e Irak, país que recuperó al chiismo, como gobierno, gracias a la intervención de Estados Unidos que derrocó a un sunnita como Saddam Hussein. Por último, en una agonizante Siria, que si bien es gobernada por alauitas, dicha corriente es surgida del chiismo. Aunque es fundamental aclarar que en Siria son minoría frente a los sunnitas, que cuentan con una fuerte presencia de los Hermanos Musulmanes. De este modo, en un contexto guiado por los Hermanos Musulmanes, hay poco espacio protagónico para el chiismo gobernante en Irán, Irak y Siria. Esto en el ideario de una identidad árabe sunnita, especialmente con un chiismo sospechado -a los ojos de la mayoría sunnita- de mantener una alianza oculta con los Estados Unidos. Pero sigamos analizando los casos para comprender mejor. En Túnez, donde se arrojó la primera piedra del hartazgo ciudadano, que se despojó de un gobernante decadente, los Hermanos alcanzaron un rol político trascendental en las primeras elecciones. En Egipto, el gran gigante musulmán y africano, hubo una movilización popular expresada desde la plaza Tahrir para lograr derrocar a Hosni Mubarak enquistado en el gobierno. Revuelta con una activa participación de la organización de los Hermanos Musulmanes. De este modo, los Hermanos alcanzaron un ansiado espacio de poder y voz en las decisiones gubernamentales en las pasadas elecciones, ya en una era pos Mubarak. Esta organización, que en el ayer tenía actividad social en forma pública, pero que a nivel político era perseguida, hoy tiene la oportunidad de conducir una nación emblema del mundo islámico. En Libia, donde el partido del ex jefe de Gobierno Mahmud Yibril resultó mejor posicionado de lo esperado, occidente respira aliviado ya que se lo considera un aliado. Aquí los Hermanos Musulmanes, más triunfantes en Túnez y Egipto, no pudieron establecer supremacías, predominando en los comicios un conservadurismo que tienta a comparar el hecho del despojo del poder a Gadafi, más como un sacudón de la población alentado por el hastío y la mano de occidente que otra cosa. No obstante, es innegable la presencia de los hermanos en el país. Siria, a su vez, late hoy el horror. Los hombres del Ejército Sirio Libre (ESL), oposición al gobierno de Bachar el Asad luchan metro a metro en una batalla que se parece mucho más a una guerra que a una revuelta popular. Aquí también, como ya lo mencionáramos, las minorías condensaron el poder relegando a la mayoría a segundos planos. En este país -considerado un aliado clave por Irán y el grupo Hizbolá del Líbano- los Hermanos Musulmanes fueron históricamente reprimidos en forma violenta (ciudad de Hama, 1982) y hoy, vuelven a pujar abiertamente por voltear al gobierno que los acorraló por décadas. Por otro lado, y si bien no se advierte -al menos en forma protagónica y predominante- la presencia de los Hermanos en la cuestión Palestina, es claro que los cambios afectan de sobremanera ya que Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, se sentirá más solitaria si cae el gobierno de Siria. Con lo cual Al Fatah, gobernando en Cizjordania, más moderado y acuerdista podría adquirir un protagonismo mayor e impulsar una merecida formación estatal unificada de Palestina. De todos modos, la situación palestina es complicada ya que si bien ha sido reconocida como estado por más de un centenar de países, está claro que Israel no cederá en cuestiones vinculadas a los límites, la ocupación de Jerusalén y los desplazamientos poblacionales. Cayendo en la burlesca paradoja de pregonar tener el derecho de ser un estado judío, pero no permitir la creación de un estado musulmán. En definitiva, la presencia de los Hermanos Musulmanes permite avizorar un oscuro futuro para regímenes totalitarios comandados por minorías apoyadas desde el exterior. Y un nuevo escenario para las cómodas diplomacias occidentales que se asociaron económicamente a los gobiernos, hoy extintos o tambaleantes. Caben tal vez los interrogantes de qué ocurrirá con Ahmedinejah en Irán si cae Siria, y de si esta presencia de los Hermanos impulsará una unión más genuina y pacífica del hoy particionado mundo islámico. Pero más allá de las especulaciones, los intereses ajenos, y a pesar de que el mundo islámico no es uno solo, es evidente que los Hermanos Musulmanes, como acción política, han sido protagonistas indiscutibles de los cambios ocurridos. Y continuarán siéndolo a la hora de definir la identidad de los nuevos gobiernos en las naciones árabes. JPMG