martes, 13 de marzo de 2012

La genialidad de Fidel Castro

Fidel, para quien se ha preocupado por conocer su historia –o para quien lee habitualmente sus Reflexiones-, es un sublime maestro de la comunicación. Ya sea a través de sus actos, o bien de la palabra escrita o hablada, ha sabido transmitir sus ideas más allá de las fronteras insulares que le deparó el destino americano. Su mensaje, su ideario político e ideológico, además de movilizar a su pueblo, ha viajado por los países del mundo transformando generaciones. ¿Quién, comparta o no la forma, puede dudar de que Cuba representa algo importante en la historia de la humanidad?
Es cierto que ha contado con la formidable figura de un Che Guevara que le ha ayudado a perforar fronteras, pero quien puede dudar de que ha manejado magistralmente las versiones de una posible confrontación con el héroe argentino de la revolución cubana. Incluso más aquí en el tiempo, ha sabido valerse de la figura del futbolista de ensueño llamado Diego Maradona.
Tal como lo planteamos es claro que los grandes líderes, ya sean positivos –caso Mandela- o negativos –caso Hitler- poseen como requisito excluyente el don de saber tocar la fibra íntima de sus pares. Este don, amplifica su capacidad de captación cuando quien lo posee es despojado, por la madre naturaleza, de la ambigüedad. Así, estos agraciados y escasos seres humanos, ven casi todo blanco o negro. La intelectualidad cede mayormente a la pasión y en ellos aun más, volcándolos estoicamente a causas en las que creen firmemente. Sin lugar a resquicios, ya que la más mínima duda en sus convicciones heriría fatalmente su poder de convencimiento.

En este escenario, contamos con un Fidel Castro que en el ocaso de su vida terrenal y ya alejada de funciones operativas continúa ocupando un lugar primordial. Es hasta curioso señalar que tras décadas de gobierno insular y aislado, finalmente consiguió generar una semilla continental que lo abrazó y llamó padre ideológico. Nos referimos a Hugo Chávez, el militar venezolano, que accedió al poder en su Venezuela y cambió las fichas del tablero americano. Porque más allá de las ideas políticas es indudable que debido a hartazgos populares motivados por las desigualdades de un capitalismo salvaje y descontrolado, América latina ha generado un cambio, especialmente en la forma de verse a sí misma.
Como dijimos, el poder blando o de las ideas, golpeó fuerte en Chávez y casi con romanticismo imaginó un mundo acubanado. El venezolano se declaró irresistible a la figura de Fidel como héroe contemporáneo y ensalzó a su compatriota Simón Bolívar como padre de Latinoamérica y primer soñador independentista.
Se suele decir que lo que abunda no daña. Esto podría ser cierto excepto cuando se trata del poder, y más aun si es concentrado en uno, o unos pocos. Este poder desmesurado suele tener la fastidiosa particularidad de tergiversar realidades.

Muchos líderes utilizan su habilidad comunicativa para direccionar no sólo a su pueblo, sino también a aquellos que consideran sus discípulos o continuadores, y para ello se valen de todos los medios con que cuentan a su alcance, directos o sutiles mensajes maravillosamente elaborados.
En el primer mes del 2012 el cuestionado mandatario iraní , Ahmadenijah , visitó tierras latinas y se mostró en sociedad con el presidente venezolano, tanto que en un discurso dado en el presidencial Palacio de Miraflores, sede gubernamental de Chávez, alegaron un trabajo en conjunto en pos de “frenar la locura imperialista”.
Empero, Fidel Castro, que no ha sido ajeno a los conflictos globales y su Cuba ha participado activamente en causas internacionales –caso Congo o Angola- consideró que todo tiene un límite en el juego de posiciones global y decidió, magistralmente, señalarle a Hugo Chávez cuál era la demarcación trazada. Más aún en un mundo donde sociedades islámicas se movilizan hastiadas por la corrupción de regímenes totalitarios, ya sea de los fomentados por las potencias occidentales o no.
En ese mismo primer mes del año el dignatario venezolano concurrió al parlamento de su nación para brindar su informe sobre las actividades presidenciales y el programa del año. Esta fue la ocasión perfecta para dar el mensaje.
Apenas dieciséis días después de la visita del líder de Irán y a once días de la presentación de Chavez ante el parlamento; Fidel Castro publicó una de sus habituales “Reflexiones” donde en forma clara, precisa y pública dio a conocer su posición respecto de los lazos políticos estrechados por Venezuela con la actual conducción de la nación heredera de la cultura persa.
En esta reflexión, titulada “La genialidad de Chávez”, publicada el 26 de enero en el medio digital Cuba Debate, primero .y como buen comunicador- habló maravillas de la política de interior de su amigo, destacó desde su caballerosidad hasta su rol fantástico en América latina. Ponderó, según el propio Castro, su prodigiosa búsqueda incansable de la independencia final del continente.
Claro que prosiguió con las habituales descargas críticas al país del norte, su intervencionismo en sus vecinos países del sur, haciendo un especial y lúcido hincapié en los juegos de la droga a los que acusa a los Estados Unidos de fomentar, no sin condenarlos a la vez por ser el primer mercado de consumo.

Pero Fidel, en su escrito, tuvo como nudo del mismo una opinión bastante clara respecto a Irán y su desarrollo nuclear. Es cierto que criticó la dependencia norteamericana en su política exterior respecto a Israel, pero también dejó bien en claro que no se debe descuidar el peligro que significaría y cito: “un gobierno autoritario y fanático como el de los ayatolás en poder de armas nucleares”. Recordó a su vez que Ahmadinejah manifestó en varias oportunidades su voluntad de destruir Israel, temiendo que con motivo del descontento social -alentado por los movimientos sociales en países de la región- alienten a los líderes iraníes a una guerra para desviar la atención de su problemática interna.

En su razonamiento Castro puso los puntos sobre la íes y recordó que el responsable del estancamiento en el ya útópico proceso de paz que tiene como protagonistas a Israel y Palestina, es principalmente el mandatario israelí Benjamin Netanyahu; pero a su vez realzó a Israel como una nación sufrida y que merece su reconocimiento.

Fidel Castro estableció de manera específica su posición. No apoya una medida imprudente que empuje a la guerra a Obama y su Estados Unidos por un capricho israelí; porque entiende que hay otras alternativas -incluso se ocupó de resaltar los efectos reales de las sanciones económicas impuestas a Irán-. Pero dejó entrever que si lo haría si se trata de una medida analizada y consensuada con la comunidad internacional.
Por supuesto que Castro se preocupó por recordarnos que Estados Unidos debe abandonar su relación esclavizante con Israel, relación que no le permite actuar racionalmente. Pero lo más destacado es que mostró al gobierno de Irán como un régimen que ha perdido consenso social, y que ha llevado a su nación a encontrarse aislada y debilitada, con peligro de verse envuelta en una guerra consensuada por la comunidad internacional que le impida un posible y peligroso desarrollo nuclear que implique la militarización de su uso.
Fidel Castro, a días de la visita del líder iraní a tierras venezolanas, plantó su posición ideológica y los límites que su razón y el pragmatismo le marcan. Si tenemos en cuenta la posición de amistad incodicional de Chavez para con Amadinejad, el mensaje de Fidel Castro fue simple y categórico. ¿El hijo pródigo venezolano escuchará?
JPMG