martes, 17 de enero de 2012

La verdad incómoda sobre el profético 2012

Cualquier ciudadano de este digitalizado mundo, de esta tierra extensa, maravillosa y poco conocida por la mayoría de la humanidad, ha escuchado o leído que la legendaria civilización maya confeccionó un calendario; y que éste acaba en unos pocos y brevísimos meses. Cualquiera que acceda a internet, o que preste sus oídos a algún amigo experto en teorías horripilantes, puede notificarse de que estamos viviendo el fin.
La pregunta inicial debería pasar por identificar el fin de qué se avecina. Pero no seremos tan ambiciosos. La cuestión que ocupa miles de palabras es que el calendario maya, en su equivalente gregoriano, pareciera no ir más allá de diciembre de 2012. Si buscamos, leemos o preguntamos podemos encontrar desde respuestas académicas relacionadas a las creencias y religiosidad de dicha cultura, espirituales como un cambio de era, conspirativas como la fecha elegida para la instauración de un nuevo orden, proféticas como el fin del mundo, o hasta pragmáticas simplistas como que las mayas se aburrieron y dijeron hasta acá diseñamos nuestro calendario.
Existen tantas versiones como intérpretes y credos. Lo real, lo concreto, es que nuestro planeta es sometido diariamente al desgaste que propone irracional y abusivo, su principal residente, el humano.
Los años pasan, frase hecha si las hay, los gobiernos cambian y las crisis económicas se renuevan. Gobiernos tiranos y democráticos se turnan para utilizar las excusas habituales, y ya de manual, para no asumir un compromiso efectivo sobre el cuidado del medio ambiente. Los países industrializados porque lo son y no pueden bajar su status, los que se encuentran en vías de desarrollo porque están en pleno crecimiento y no pueden desacelerar, los marginados porque apenas pueden sobrevivir.
Las reuniones globales se suceden, los representantes de la humanidad pactan y los negocios siempre quedan primero. Si hasta se comercia con la cuota de contaminación disponible o permitida para cada nación. Los países que contaminan “poco”, o mejor dicho dentro de lo “aceptado” ofrecen su margen para que otros, que se exceden de la cuota, puedan comprar y repartir sus excedentes de contaminación.
Discutimos si el calentamiento global es a causa del hombre o no. Si los deshielos polares obedecen a nuestro comportamiento o no. Que la capa de ozono, la extinción no natural de especies, cambios del clima y desertificación. Pero como humanos somos capaces de dar un gran discurso sobre responsabilidad social ambiental y al finalizar, salir a las calles y tirar el envoltorio de un caramelo al piso. Exageramos en algunos cuidados y somos sediciosos en otros.
Vivimos y aceptamos, en general, gobiernos que no definen políticas de estado y posiciones claras, consecuentes con el cuidado y estudio sobre el real impacto de nuestras actividades en la subsistencia de este globo terráqueo.
En el mientras tanto, intentamos ponernos de acuerdo en qué, de todo lo mal que hacemos, afecta la salud del planeta. Insistimos en obrar como si fuésemos simplemente inmortales. Tal vez lo seamos, tal vez como especie en función parásita logremos ir de planeta en planeta consumiéndolo todo hasta emigrar a nuevos destinos.
El hecho, es que, en ese “mientras tanto” vivimos aquí, y en ese “mientras tanto”, continuamos avasallando a la naturaleza hasta que algún día nos diga basta, sea en el 2012 o en el 2.000.012.